Hoy, al llegar al box, no tenía buen presentimiento, con tan sólo empezar el calentamiento notaba mi cuerpo débil y me sentía mareada, la cosa no pintaba bien. Entonces, en un descanso para centrar la mirada he oído la voz del coach que nos avisaba de un wod spartan, malo.
La cosa tenía tela, y quienes habían entrenado antes que yo ya sabían lo que nos esperaba. Volvíamos a subir la cuerda, esta vez con un total de 15 repeticiones, muchas para algunos, demasiadas para muchos, hoy imposibles para mí.
He necesitado cerca de diez intentos para empezar a saltar los dobles de comba. Conoces esa sensación de que algo no sale, y no porque no sepas, sino por algo de lo cual no consigues tomar el control, ¿verdad? Así me sentía con la comba, como si fuese ella quien me manejaba a mí, hasta llegar a ese punto de lanzarla con todas tus fuerzas contra el suelo insultándola como si a ella le importara lo más mínimo. Das dos vueltas, respiras y lo vuelves a intentar. Esta vez parece que sí, y saltas hasta completar tu tarea.
Subidas a cuerda mortales que, por algún motivo, en la segunda ronda dejan de funcionar. Te resbalan las zapas, no pinzas la cuerda, te fallan las manos, y la desesperación se vuelve contra ti. Uno de esos momentos en los que sientes que ya nada va a funcionar, no vas a conseguir trepar media cuerda más, echas cuentas y aún te restan más de diez subidas. Ni de coña, sabes que no puedes, y tras varios intentos echas a correr hacia el siguiente ejercicio.
Pero la segunda ronda ha podido conmigo, a pesar de correr al aire libre y a una temperatura cercana a los cero grados, una sensación de ahogo se ha hecho dueña de mí. No podía respirar con normalidad, ni siquiera tratando de forzarlo, y con ello un pequeño ataque de ansiedad ha terminado de fastidiarme el wod. Sin buscarlo, la cara se me ha llenado de lágrimas que me delataban, y en ese momento, he decidido abandonar. Mi primer RIP.
“Tranquila, no somos robots, no todos los días son buenos”. Gracias por tus palabras, nuestros coach siempre están para apoyarnos, en los días buenos y en los días menos buenos. Y nuestros compañeros de fatiga, los mejores. Ellos siguen trabajando, pero cuando terminan y te acercas a darles la enhorabuena, son ellos quienes te animan a ti: “¿Estás bien? No pasa nada, mañana saldrá todo mejor”.
Y así es, hay días malos que nos ayudan a seguir adelante, porque llegas a casa, los analizas y coges fuerzas para superarte de nuevo en el siguiente entrenamiento.
Es muy normal tener un día malo, lo que no puedes hacer es forzarte para intentar acabar, puesto que entonces puedes tener una lesión o una enfermedad o quemarte (en este último caso puedes necesitar meses o años para recuperarte y puede que no lo logres nunca).
Los mareos pueden ser un desequilibrio de la homeostasis. Yo, cuando me dan, no entreno ese dia, como bien y me preparo una bebida isotónica de 1 litro y me la tomo poco a poco durante todo el día. Y al día siguiente, normalmente, estoy para entrenar.
Animo, se ve que eres fuerte mentalmente, pero eso es un arma de doble filo que se puede volver en contra.
Saludos.
Hola Jordi. El post es de hace un año y medio, pero al leerte lo he recordado y vuelto a sentir aquellas sensaciones, muchas gracias por tus palabras : )